Un momento que parece más desagradable de lo que era

Inquieta, por viciosa, me voy turnando de posturas, de paranoia y de preocupación innecesaria. Es una lucha continua para que se relaje la tensión en el cuello que es una especie de soga pesada. Leerlo es más fácil que experimentarlo. Muchos perderían la cordura entre tanta tensión mental y física. Desafío rotundo a nuestra templanza. Y lo mejor es que sucede adentro, no hay nadie que lo sepa a no ser que yo misma me este delatando por haber usado mi mano para dejar constancia escrita de mi vergonzosa actitud.
Si fuera una persona normal, estaría durmiendo. No soy normal pero hago un esfuerzo para que crean que lo soy. En el fondo saben la verdad pero se auto convencen de que solo estoy confundida y un día despertaré y aceptaré todo lo que ellos sugieren y los abrazaré convertida en lo que siempre soñaron. No es mala intención, realmente creen que me haría mas feliz una vida como la de ellos. Y a mi solo me hacen feliz los lazos naturales que el amor tiende y la verdad.
Que hora silenciosa, todo parece en calma y sin embargo de pronto va a volver a llenarse la sala de voces y va a enmudecer otra vez. La espera fatídica de las mañanas. Y yo buscando la comodidad, que solo existiría en una cama, en un sillón que está duro de tanto cuerpo echado sobre él. Ahora hasta en la calle hay silencio, fue una noche agitada puertas afuera.
Aquí esta mi debilidad dibujada con una birome de tinta dura. Oyendo en el freno de un colectivo el llanto de un bebe. Cansada, con sueño, porque tengo que abrir la puerta más de una vez. Creyendo erróneamente que, ni bien me acueste, el bebe va a despertarse con toda la fuerza de su exigencia. Cometiendo el fatal error de desconfiar.
Algún día, todos tendremos la bendición de poder elegir una vida ideal. ¿Dónde esta esa vida ideal? No debe ser ésta todavía.