Diagnósticos terribles

Que miedo da encontrar al doctor, ese que siempre es frío y lejano, de golpe mucho mas simpático que nunca. Uno se sienta del otro lado de la mesa y se siente un ser pequeñito e insignificante, esperando oír cualquier cosa, una amplia gama entre lo peor y algo un poco menos grave que eso. Se agrava la situación cuando el diagnostico que vamos a oír no sera sobre nuestro destino, sino el de un hijo.
Deberían darles entre todas las materias extras que tienen: un curso sobre como hablar con madres, como interactuar con madres y porque no, padres, en situación de gravedad. A los médicos, a las enfermeras de terapia intensiva, cursos, ansioliticos, no se pasarles películas de los ositos cariñosos para que sean mas humanos.
Han pasado casi tres años de que mi hija salió de una terapia intensiva, aun cada tanto escucho diagnósticos terribles pero ya el viento golpea mi cara solo despeinándome un poquito, ya me dejo acariciar por las malas noticias sin dedicarles el desvelo completo nocturno sino quizás un par de horitas.
Ahora puedo decir que ha habido enfermeras muy cariñosas en terapia pero la mayoría eran unas brujas. Nos tenían esperando en la sala de espera por horas y quizás no nos dejaban entrar a ver a los bebes porque les quedaba mas cómodo que nosotros no estuviéramos ahí molestando. Las pobres madres desconsoladas en la salita de espera y furiosas cuando aparecía una primeriza creyendo grave la situación de mínimo bajo peso de su hijo. Había niveles de gravedad como en todo, recuerdo que una madre dijo: pongamos un cartel, "Si tu hijo tiene bilirrubina no está grave". Y todas reímos, de la forma en que se puede reír cuando tu bebe esta entubado, o traqueostomizado o colostomizado, ponele.
Después nos tocaba encarar a esas mujeres de terapia, con sus pelos ultra teñidos, sus ojos de lente de contacto que frente a algunas maquinas se ponían como una luz fluorescente y uno ahí con su camisolin obligatorio transpirando y temblando ante ese ser que es más madre de nuestro hijo que nosotros mismos!. Ese ser que cree que defiende a tu hijo si te prohíbe tocarlo, o te requisan los juguetes que le llevas como si fueran un contrabando eligiendo ellas cual es apropiado. Mientras el niño no escucha música, no ve el sol, no tiene contacto normal con su familia, no come, no respira por sus medios, y un largo etcétera que algunos conocen y otros tienen la suerte de no conocer.
Y todo esto me vuelve cuando sentada en una sala de espera de algún estudio de poca importancia hay otra mama, que viene a hacerle un encefalograma a su hijo porque lo ve un poquito menos activo que a la hermanita melliza. Me cuenta como un pediatra le dijo alguna noticia horrible y equivocada y su soledad en esos momentos y sus desvelos. Se me hiela la sangre y recuerdo.
Mi propia escena puedo verme desde afuera, paradita en una terapia intensiva algo precaria de una ciudad del interior de Uruguay y un medico que estaba decidido a hacer una cruzada anti-fumones y convencido de que todos los problemas de prematurez de mi hija se resumian en algun porro que yo me hubiera fumado y me dijo: el cerebro de tu hija en un mes no ha hecho cambios así que anda acostumbrándote a pensar que probablemente no los haga nunca. Y yo miré a mi alrededor y vi a las otras mamás mirándome con una cara que no sabían que gesto poner y me retiré sin decir palabra. Me lo había dicho así, como quien da la hora, en medio de la sala de internación, sin siquiera estar seguro ni mucho menos. Y estaba equivocado, yo lo sabia quizás por eso mi gesto fue nulo, mi desesperación también, todo.
Y ahora la veo a Olivia que me recibe con una sonrisa y viene gateando hacia mis brazos abiertos y que tengo que pensar? nada, ya fue, pero a veces deberían pensar que están hablando de seres humanos y de los progenitores de esos seres humanos, creo que sería un buen comienzo, de ahí todavía queda mucho por mejorar pero es un paso.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
qué terribles momentos, muy bien descritos Agustina, besos para tus tesoros!! tu prima Caly.

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